Italia amenazó, en el verano de 2017, con rechazar a los botes de rescate de inmigrantes

Italia amenazó, en verano de 2017, con rechazar a los botes de rescate de inmigrantes, después de culpar a las organizaciones benéficas, así como a países de la Unión, de ayudar a los traficantes de personas.

El procedimiento es el siguiente:

Hay naves de rescate de España, Grecia, Finlandia, Noruega, Suecia… más 8 barcos privados de ONG´S.

Sale un lanchón de madera de Libia, con unas 400 personas a bordo, sólo con el combustible necesario para pasar las aguas territoriales. En ese momento, alguien desde la costa líbica, llama al centro operativo de la UE para el Mediterráneo norte. Saltan las alertas SOS y el buque que esté más cerca, lo asiste y lo remolca a las costas italianas.

Denuncian que la situación es insostenible: de los 85.000 migrantes arribados por el Mediterráneo en los 6 primeros meses de 2017, 75.000 llegaron por Italia.

Y es que son varios países europeos, junto con ONG’s, los que colaboran en las tareas de rescate de barcos llenos de inmigrantes rumbo a Europa. Pero todos desembarcan en sus costas. Y, con el cierre de fronteras y las nuevas regulaciones de muchos de estos países, los desplazados se acaban quedando en Italia.

 

Regulaciones como las dictadas por el Consejo Europeo, en septiembre de 2016, donde se informó de que sólo los solicitantes de asilo de Eritrea, Siria, Irak y la República Centroafricana podían ser transferidos a otros países europeos.

 

En 2015, Italia recibió 139.937 inmigrantes, en su mayoría de Sudán, Mali, Nigeria y Somalia. Si bien también llegaron una minoría de eritreos, pero se niegan a ser identificados, porque pretenden solicitar asilo en otro país de la Unión, y el Tratado de Dublín no les permite ir a otros países de Europa sin solicitar asilo en el primero que pisaron a su llegada al continente (círculo vicioso).

 

En 2015, se les exigió a 29.000 refugiados que volvieran a Italia… pero sólo 2000 lo hicieron. Dejando 27.000 ilegales repartidos por Europa.

 

Al final, Italia apenas tiene migración que reubicar, porque pocos son de las nacionalidades que quieren los demás países europeos y, para colmo, los eritreos se niegan a participar en el programa, porque no se les informa del país que les va a tocar.

 

Ciudades como Ventimiglia, con 23.000 habitantes nativos, se han visto desbordadas al tener q asumir 30.000 inmigrantes ilegales. Llevan así desde que, en junio de 2015, Francia cerrara el paso fronterizo del Pont St. Ludovics.

El alcalde, Enric Loculano, no tiene ni idea de cómo afrontar los gastos que esto está generando a la ciudad. Solamente los migrantes menores no acompañados, han costado, en 5 meses, 220.000€. Y el gobierno italiano, sólo se hace cargo de la mitad de ese gasto.

Reciben a los inmigrantes, en cualquier edificio público lo suficientemente grande como para poder ser habilitado para tal fin, así como en la iglesia de la ciudad, en la que ahora está prohibido rezar en voz alta para no ofender a los musulmanes.

Medidas como el establecimiento de un código de conducta con las ONG’s y la misión naval en aguas de Libia, para controlar la salida de inmigrantes desde allí, mejoraron un poco la situación. También han ayudado acuerdos con la Guardia Costera Libia (pagando), que han empezados a detener embarcaciones relacionadas con los traficantes de personas. Así como Sudán ha reforzado los controles en sus fronteras, para frenar la migración hacia Libia.

 

 

El miedo de los inmigrantes en Italia

Publicado en 2018 por:

https://www.elperiodico.com/es/internacional/20180303/el-miedo-de-los-inmigrantes-en-italia-6663779

 

Kartik Chodro no puede con su ojo. Le causa todavía mucho lagrimeo y dolor. Quizá en un rato, Kartik se eche un poco de agua. Ahora está ocupado. Se encuentra en el restaurante de la plaza de Campo dei Fiori en el que trabaja como lavaplatos, en pleno centro de Roma. De este lugar salía en octubre pasado -después de 10 horas de trabajo, ya pasadas las dos de la madrugada- cuando una decena de jóvenes le dieron una brutal paliza.

La violencia de la agresión y la ideología que le acompañaba causaron por algún tiempo estupor en un país que antaño fue de emigrantes. Italia, que tantos abandonaron en el siglo pasado con destino a América y Oceanía, ha registrado en el último año una bajada en la tasa de criminalidad, pero también un incremento de las agresiones racistas y xenófobas. A ello se le ha sumado la expansión de los grupos extremistas.

Kartik, de 27 años y originario de Bangladés, resistió a la agresión en silencio, sin hablar. “Eran 10, 12 jóvenes. Me gritaron ‘negro de m..., vuélvete a tu país’. Caminé unos pasos más, cuando sentí el primer golpe. Continuaron insultándome pero, ya en el suelo, mientras me daban patadas y puñetazos, dejé de oír lo que decían”, cuenta.
Estuvo dos días en coma y 45 días ingresado. Por las fracturas en la mandíbula, en las órbitas oculares y en la nariz, lo sometieron a una delicada operación quirúrgica. La policía identificó a uno de los agresores sospechosos del ataque, un muchacho italiano de 19 años, residente en la periferia de Roma. En su perfil en las redes, encontraron imágenes de Adolf Hitler y Benito Mussolini. La salud de Kartik va mejorando poco a poco, pero todavía tiene miedo.

 

 

Advertencia de Amnistía

“El clima de odio que circula en el país no presagia nada de bueno”, ha advertido la sección italiana de Amnistía Internacional. La organización, que en febrero lanzó una campaña para detectar las declaraciones de los políticos en las redes, se ha encontrado con que también los grandes partidos del centroderecha italiano -Forza Italia, la Liga y Hermanos de Italia- promueven mensajes discriminatorios. Y eso, incluso después del ataque racista de Macerata, donde el neonazi Luca Traini disparó en febrero a seis africanos.

Discriminados por el tema de siempre: el cuento de que los inmigrados están ‘invadiendo’ Italia. Aunque la verdad de las cifras sea diferente, en un país en el que viven unos cinco millones de extranjeros -el 8% de la población, un número inferior al de países como Francia y el Reino Unido- que aportan 8.000 millones de euros a la Seguridad Social italiana y reciben solo 3.000 millones, según el organismo estatal que gestiona las pensiones (INPS). Un colectivo al que se suman los naturalizados, que, según datos de la Fundación ISMU, fueron unas 400.000 personas del 2013 al 2016, y los irregulares que, según estimaciones, son hoy unos 500.000.

 

 

 

Falta de organización

Sibi Mani, presidente de la sección romana del Partido Democrático, naturalizado en el 2008 y nacido en la India, cree que también se debe a que los inmigrantes no están organizados. “Las distintas comunidades piensan de forma diferente, no como una unidad. Eso, sumado a la manipulación que han hecho algunos partidos de las llegadas de los inmigrantes por vía marítima, maquiavélicamente usadas para alimentar la xenofobia, ha hecho que hablar hoy de inmigración no sea popular en Italia”, cuenta.

La retórica antiinmigración pasa factura así a los extranjeros en Italia. Aunque tampoco falten los que siguen acogiéndolos y defendiéndolos, de manera continua y silenciosa, por todo el territorio italiano. Fallou Ndiaye, senegalés residente en Apulia, lo comprobó esta semana, cuando sufrió una agresión racista en Facebook. “Después de conocerse el hecho, mi buzón se llenó de mensajes de solidaridad”, cuenta Fallou. “No, no tengo miedo. Fue la primera vez que me pasó algo así. Esperemos que sea también la última”