Cannabis en Uzbekistán

La República de Uzbekistán limita con Afganistán, Tayikistán, Kirguistán, Kazajistán y Turkmenistán. Al igual que sus vecinos, Uzbekistán tiene una larga historia de uso del cannabis, y pertenece a la primera región en la que el cannabis evolucionó, desarrollándose en sus diferentes subespecies. A día de hoy, el cannabis sigue teniendo una gran importancia socioeconómica para muchos uzbekos.

 

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Uso cultural del cannabis en Uzbekistán

Uzbekistán tiene una cultura activa alrededor del uso del cannabis. Se considera como algo tradicional, y está muy aceptado socialmente. La palabra local uzbeka para referirse al cannabis es “anasha“. El consumo de cannabis va en aumento en algunas ciudades, pero, en su mayor parte, se ha mantenido constante durante los últimos años. Es la sustancia ilegal más consumida en Uzbekistán, y se estima que el 4,2% de la población adulta la consume regularmente.

En comparación, alrededor del 1% de la población consume, regularmente, opiáceos, como el opio y la heroína, y constituye la gran mayoría de los consumidores con problemas, que necesitan tratamiento. Las tasas de consumo de heroína aumentan a un nivel alarmante, y preocupan mucho más a las autoridades y a los profesionales de la salud que el consumo de cannabis, o incluso que el consumo más tradicional de opio.

Cannabis cultivado y cannabis silvestre en Uzbekistán

En Uzbekistán, el cannabis crece de forma silvestre y también se cultiva, aunque la industria es muy pequeña comparada con la de Afganistán o Kazajistán, los dos productores más importantes de la zona. Como cultivo silvestre, el cannabis normalmente crece junto a las carreteras y caminos, o en los campos de todo el país. Se desconoce la superficie total ocupada tanto por el cannabis cultivado, como por el silvestre, en Uzbekistán, y parece que existe una cierta fluctuación año tras año, tal vez como resultado de los esfuerzos de erradicación dirigidos al opio. En 2006, Uzbekistán informó de que el cultivo silvestre ocupaba 0,4 hectáreas, mientras que el cannabis ilegal cultivado ocupaba 1,44 hectáreas. Sin embargo, es probable que esta cifra sea demasiado baja, dado que las operaciones antinarcóticos del país no resultan nada eficaces. El cultivo sigue siendo ilegal, pero parece ser que se hace una excepción en el caso de los hombres mayores de 60 años y de las mujeres mayores de 55 años.

 


El tráfico de cannabis en Uzbekistán

Aunque la producción nacional de sustancias estupefacientes en Uzbekistán es limitada, el país es muy importante a nivel estratégico para las bandas de traficantes que operan en toda la zona. El opio, la heroína y el hachís procedentes de Afganistán siguen una de las varias rutas de Uzbekistán, o bien cruzando la pequeña frontera de 137 km entre Uzbekistán y Afganistán, o a través de los fronteras orientales compartidas con Tayikistán y Kirguistán. Desde Uzbekistán, viajan hacia el norte y el oeste a través de Kazajistán y del Mar Caspio, hasta Europa, o el norte de Rusia. Con regularidad, se acusa a la “mafia” que controla el tráfico uzbeko de aprovecharse de las fronteras permeables de Kazajistán, y en un momento dado incluso de llegar a dirigir un servicio de autobús dedicado exclusivamente al transporte del contrabando a través de la frontera.

La frontera con Afganistán ha sufrido una gran fluctuación en los niveles de seguridad durante los últimos años. La frontera, enormemente vigilada, se cerró en 1998 en respuesta a los conflictos producidos en Afganistán (en gran parte relacionados con el ascenso de los talibanes), y se empezó a construir la barrera fronteriza más fuertemente custodiada del mundo. El acceso a través de las fronteras se reanudó en 2005, con la apertura del Puente de la Amistad, pero la frontera se cierra con frecuencia en el lado uzbeko, debido a las amenazas contra la seguridad de Afganistán.

Antes de los cierres de la frontera, la mayoría del contrabando que llegaba a Uzbekistán lo hacía directamente a través de Afganistán. Como resultado, la provincia uzbeka sureña de Surjandarín se convirtió en un importante centro de actividades ilegales que financiaban el tráfico. Ahora que se permite cierta actividad transfronteriza, es probable que el tráfico de contrabando se haya reanudado, pero es poco probable que alcance los niveles anteriores. Actualmente, se cree que la mayoría del contrabando que entra en Uzbekistán llega desde Tayikistán. Aunque allí hay pocos pasos fronterizos, no están tan vigilados y, por lo general, se tienen menos sospechas de que se produzca algún tipo de tráfico a través de ellos.

Al igual que ocurre en otros países de la zona, históricamente en Uzbekistán, se ha dado más importancia al comercio de opio y heroína que al de cannabis. La mayor parte de las operaciones antinarcóticos se centran en ambas sustancias, y las erradicaciones y las incautaciones de cannabis suelen producirse de forma casual durante el transcurso de las operaciones dirigidas al opio.

 

Legislación y política relativas al cannabis en Uzbekistán

Uzbekistán tiene una de las legislaciones de drogas más restrictivas de Asia Central. Aquellos acusados de posesión y consumo pueden ser castigados a trabajo penitenciario o prisión de hasta tres años, o de cinco años en caso de haber sido condenado previamente. Los consumidores de drogas son criminalizados institucionalmente, y se les puede someter de forma obligatoria, a un registro, además de a programas de tratamiento y a analíticas rutinarias.

El cultivo se castiga con una multa de 25 a 50 salarios mínimos mensuales, o a trabajo correccional o cárcel de hasta tres años (para los cultivadores a pequeña escala sin antecedentes penales). Por el cultivo a mediana escala, llevado a cabo por cultivadores previamente condenados, se puede imponer el pago de 50 a 100 salarios mensuales, o de 3 a 5 años de cárcel. Los casos de cultivo a gran escala, o el realizado por “reincidentes peligrosos” o grupos organizados, se castiga con 5 a 10 años de prisión.

Por la producción, venta, compra o almacenamiento de pequeñas cantidades de estupefacientes, la sentencia habitual va de 3 a 5 años de prisión. La condena estándar para las cantidades consideradas medianas es de 5 a 7 años, y para las grandes cantidades, de 7 a 10 años. La pena puede ser de hasta 20 años por el tráfico de cantidades especialmente grandes, o por la venta llevada a cabo por grupos organizados o reincidentes. Por traficar pequeñas cantidades (los límites no están definidos), se pueden aplicar penas privativas de libertad que van de 5 a 10 años. Por el tráfico de cantidades mayores, la pena prevista es de 10 a 20 años.